Creo, pues, que cada año la sabiduría del indio de San Pablo Guelatao alienta, renueva y da vida a los principios humanos más sólidos y congruentes con la realidad del hombre. Que su herencia es parte de una filosofía capaz de resistir los más fuertes ataques de la estulticia. Y que sus enseñanzas prevalecerán a pesar de intromisiones o atentados contra el derecho de la mayoría. Que así sea...

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