La programación musical del amor

Entretenimiento
Tipografía
  • Diminuto Pequeño Medio Grande Más Grande
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

¿Queremos amor con cadenas o amor de una sola noche?

En la radio de hace unas décadas, el amor tenía una misión clara: dependencia absoluta. José José lo cantaba sin reparo: "Me encadenaste a tu falda y enseñaste a mi alma a depender de ti". No era solo una metáfora; era una sentencia.

El amor no se concebía sin entrega total, sin pertenencia, sin esa mezcla de devoción y sumisión que moldeó generaciones enteras. Si no dolía, no era amor. Si no se sufría, no valía la pena. Las letras eran programación mental pura: amar era rendirse, perderse en el otro hasta desaparecer.

Pero los tiempos cambiaron. Ahora, el amor ya no es sinónimo de entrega, sino de uso. Si antes se dependía, ahora se desecha. El reguetón lo repite con cada estribillo: "Hoy se bebe, hoy se gasta, hoy se fuma como un rasta" o "No eres mía, yo tampoco soy tuyo, nos damos un rato y ya". No hay cadenas, pero tampoco vínculos. El amor ya no es eterno ni doloroso, es fugaz y desechable.

Las canciones no solo reflejan la sociedad; la moldean. Lo que escuchamos de niños nos programa. Antes nos enseñaron a amar con sacrificio; ahora nos programan para la inmediatez. ¿Es mejor o peor? Depende de a quién se le pregunte.

Quizá la nueva generación se ahorre algunos corazones rotos, pero también ha perdido la capacidad de esperar, de construir, de entender que el amor no solo es un intercambio de fluidos y mensajes con emojis.

¿Queremos amor con cadenas o amor de una sola noche? Esa es la pregunta. Y mientras buscamos la respuesta, seguimos repitiendo los versos de moda, sin darnos cuenta de que, al final, lo que cantamos es lo que terminamos viviendo.

Paty Coen