Puebla, el rostro olvidado (El Estilo)

Réplica y Contrarréplica
Tipografía
  • Diminuto Pequeño Medio Grande Más Grande
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

El Estilo

Quienes hayan sido invitados por la dirigencia antorchista a Tecomatlán, guardan en su memoria el impacto de tal experiencia como si se tratase de un pasaje novelesco al estilo de Héctor Aguilar Camín (Morir en el Golfo). Se antoja por el relato que hicieron funcionarios de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos luego de visitar el reducto antorchista de Tecomatlán, donde algunos de ellos se sintieron secuestrados.

     Al término de una reunión quedaron encerrados. Los anfitriones habían salido después del clásico “ahorita regresamos” pero, al parecer, adrede dejaron con llave la puerta del salón, que fue abierta hasta que uno de los asistentes pudo, usando un mecate, salir por un hueco. El reclamo del encierro que duró el tiempo suficiente para que los afectados sintieran el abrasante calor, no preocupó a los anfitriones quienes se mostraron sorprendidos y con una singular sonrisa, ordenaron de inmediato quitar los seguros.

    En otra ocasión fueron invitados a un acto teatral que se verificó en un quemante día veraniego. Obviamente, los burócratas, poco acostumbrados a los rayos solares, buscaron el cobijo de una sombrita. “¿A dónde va usted?” le dijeron al primero que se rebeló al castigo. “A cubrirme del sol” contestó medio molesto. “Tiene usted sed ¿verdad? Siéntese y ahorita le traigo un refresquito”, le ordenaron  indicándole que no debía interrumpir la obra cuyo protagonista era el máximo dirigente de Antorcha Campesina. Y en efecto los refrescos prometidos, aunque tibios, llegaron de inmediato.

     Durante la visita de un subsecretario de Agricultura y Recursos Hidráulicos, Antorcha quiso que el funcionario sintiera el poder de sus anfitriones. En primer lugar, los vehículos oficiales fueron desplazados por las camionetas antorchistas con “cerrones” muy al estilo de los abusivos y prepotentes guaruras de políticos importantes. Se trataba de custodiar al subsecretario que se dirigía al helipuerto provisional, después de recibir una especie de lección política. Resulta que Aquiles Córdoba le había obsequiado dos jugosas sandías cultivadas por su organización. Como de costumbre, el funcionario se las pasó al ayudante, acción que provocó la molestia del líder antorchista. Nuevamente ordenó que le obsequiaran otro par de sandías y el subsecretario volvió a entregarlas al ayudante. Aquiles insistió en acercarle otro par de pesados frutos y esto bastó para que el agasajado entendiera que los obsequios de la organización deben recibirse, conservarse y agradecerse, o correr el riesgo de ofender a los amables anfitriones.

    Los antorchistas tienen un sistema especial de formación de sus cuadros. Afirman hacerlo a través de la lucha, de la cual surgen militantes calificados mediante el trabajo político y de organización. Quien destaca es sometido a un sencillo proceso educativo: forman grupos de trabajo dirigidos por militantes experimentados que explican las características y finalidades de la organización y enseñan a encontrar soluciones a los problemas campesinos. Estas clases se convierten en cursos breves de liderazgo basado en los golpes de la experiencia. La calificación final queda a cargo de la dirigencia nacional que “se reserva (…) el derecho de decidir (…) que gente sirve a (sus) necesidades”.

   El sistema de formación de cuadros no explica por sí mismo la cohesión de Antorcha Campesina; el mérito es de su dirigencia. El liderazgo indiscutible recae en Aquiles Córdoba Morán. Y su autoridad radica no sólo por ser el fundador o en que sus familiares ocupen puestos claves en la organización ni que algunos de ellos –como su hermana Clara- figuren en el martirologio de Antorcha: la autoridad se ejerce de manera vertical y con sofisticados sistemas de represión para corregir a los disidentes internos. Esa férrea mano que conduce a la organización tiene vocación centenaria.

    El criterio del máximo dirigente encuentra eco en los cuadros con facultad de decisión. La verticalidad en el ejercicio del poder es una de las fuentes de la fortaleza antorchista pero, como todo régimen autoritario, porta el germen de su descomposición.

Alejandro C. Manjarrez