Madurez política (Crónicas sin censura 121)

Réplica y Contrarréplica
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MADUREZ POLÍTICA

Andrew Carnegie, rey del acero de los años 20, dijo que para tener éxito había que contratar personas capaces e inteligentes. Lo pregonaba a los cuatro vientos y lo cumplió. Incluso ordenó que en su tumba grabaran sobre la lápida de mármol el siguiente epitafio: “Aquí yace un hombre que supo rodearse de gente más hábil que él”.

La visión del industrial norteamericano demuestra, por enésima ocasión, que no hay que tenerle miedo a la inteligencia. Los grandes gobernantes o empresarios han llegado a serlo, precisamente, porque sabían que depender de la mediocridad era exponerse al fracaso. Ahí están, por ejemplo, los Rockefeller, amos del petróleo; Lewis Morgan, el tiburón de la banca; Cornelius Vanderbilt, el zar del ferrocarril; Du Pont de Nemours, el amo de la química industrial; y Henry Ford, el precursor del negocio automotriz. Todos ellos buscaron para contratar a los mejores profesionales de su tiempo.

Es, pues, una necesidad que permite a empresas y gobiernos cumplir sus objetivos. O una costumbre que ha creado historia en varios países, especialmente en Estados Unidos, donde los holding y los políticos dependen de los llamados think tanks, que por igual contratan a filósofos, mercadólogos, historiadores, economistas, intelectuales, abogados, escritores, ingenieros y hasta coyotes financieros. El objetivo es no fracasar, cueste lo que cueste.

A partir de esa costumbre y con base en el currículum, podríamos determinar cuál es el secretario del gabinete melquiadista que mejor cumple con los requisitos; es decir, el más experimentado para ayudar a su jefe, el gobernador. Incluso podríamos ponerlo como paradigma para que el resto se compare y autovalore su capacidad como político, tecnócrata o técnico.

¿Qué le parece Germán Sierra Sánchez, el poblano cuya trayectoria ha estado marcada por todo tipo de experiencias, desde fracasos y decepciones hasta éxitos y grandes satisfacciones?

Lo propongo porque nos acaba de demostrar que, combinados los golpes con la edad, se alcanza un estado de mesura, madurez política y tranquilidad profesional. Para muestra, basta una declaración:

Dice el exsenador y exdiputado que no abandonará el cargo de Secretario de Fomento Agropecuario ni formará parte en la campaña de cualquiera de los candidatos priistas. Pero, al mismo tiempo, acepta que siempre estará dispuesto a servir al PRI cuando la jerarquía se lo pida (es una forma de dejar la puerta abierta para la próxima contienda por las curules legislativas). Con esa ambivalencia demuestra que aprendió a esperar para no exponerse al fracaso y que no hay razón para desperdiciar su pólvora en infiernitos. Además, aprovechó la ocasión para que sepamos de su amistad y cercanía con los “cuatro magníficos”, circunstancia que le permite esperar hasta que haya un triunfador.

Lo curioso es que en esa misma nota —después de seis meses en el gobierno de Puebla— reconoce ante la prensa la influencia que sobre él ha ejercido Melquiades Morales Flores. Y, al mismo tiempo, se lamenta de que dentro del gabinete haya funcionarios que promuevan rumores y descalificaciones en su contra. Ello —dice— traiciona al gobernador de Puebla y al partido.

Ante estas expresiones en que se combina la madurez con el oficio político, no me queda la menor duda de que Germán Sierra Sánchez es el secretario del gabinete gubernamental con mayor experiencia y mejor preparación política: tiene la trayectoria que a otros les falta, ha sufrido golpes que el resto ni siquiera imagina, cuenta con las relaciones que todos quisieran y, a fuerza de derrotas, aprendió que nunca hay que menospreciar a los rivales.

Alejandro C. Manjarrez