Padres de familia, observen las pupilas de sus hijos

Réplica
Tipografía
  • Diminuto Pequeño Medio Grande Más Grande
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

He preguntado sobre el impacto que tienen las cajetillas de cigarrillos, aquellas imágenes de advertencia y las frases tan potentes como: “fumar te mata”. En conclusión, esa estrategia no funciona...

Recibí una grabación con el fin de nutrir una investigación sobre las adicciones, asunto al que he dedicado mi atención desde hace dos años.

El archivo digital es una entrevista a un estudiante que cursa el segundo semestre de la preparatoria en una escuela importante de Puebla.

Por tratarse de un menor, la identidad del alumno se mantiene en secrecía, así como el nombre de la institución.

Dentro de lo relevante en dicho audio —por no decir alarmante—, les comparto lo siguiente.

Según el alumno:

El consumo de drogas se encuentra normalizado en la escuela. Es de fácil acceso conseguirlas en la misma institución; ahí las venden, ¿quién?, no lo expresa.

El consumo está normalizado. La escuela es para irte a viajar.

Poco profesionalismo en la operación mochila y antidoping.

Se filtra la información de las revisiones futuras e inicia el periodo de abstinencia.

Los profesores no se dan cuenta, aunque sea evidente. Profesores que no sabían del tema y no lo notan, o profesores que prefieren ignorarlo para no afrontarlo y dañar la imagen de la institución. Alumnos con ojos rojos, riéndose y con mucha hambre, consumen marihuana. Entran con lentes de sol. Entre alumnos notas el consumo a un kilómetro y los profesores no lo perciben.

Las drogas usuales son: psicodélicos, no energizantes, no cocaína, no cristal. Se consumen hongos, LSD y éxtasis.

Los alumnos tienen las pupilas dilatadas, el ojo completamente negro. Se encuentran felices, cariñosos, empáticos. Algunos alumnos lloran; esto se debe a que se dieron un pasón.

Lo que más se consume es la marihuana en formato de Wax, una pluma muy portátil de 30 cm que contiene concentrado de THC, no deja olor a marihuana, y no lo detectan los perros. Tiene un olor a químicos; es un concentrado de marihuana. Las chicas lo esconden en la bolsa de maquillaje; se confunde con un lápiz o rímel, no deja rastros, no huele, no se ve.

Todos consumen nicotina, lo hacen hasta en la dirección, pues huele a frutas. Entonces los profesores piensan que están consumiendo nicotina, cuando en realidad están consumiendo Wax.

Todos se tapan entre todos, nadie confiesa; si uno cae, hacen lo posible para que nadie más caiga. El problema es del que cacharon. El que intenta salir de esa situación es exhibido en redes. Hay un código entre las instituciones: los chismosos son acusados, en persona o cibernéticamente. Es raro que un chismoso no haya consumido, y lo amenazan con revelar sus consumos.

En el tema del alcohol es raro; en esta generación es lo que menos llama la atención. Rechazan el alcohol y aceptan un cuadro de LSD o el consumo de marihuana. No les gusta el efecto, el sabor, ni cómo los afecta el alcohol.

El alumno recomienda a los profesores y directores lo siguiente:

La prevención ya no se puede hacer, pues la mayoría consume. Se debe apoyar al alumno para que salga de ese mundo. Si tienen sospechas de que un alumno consume, realizar inmediatamente un antidoping. Hay escuelas donde se firma una autorización para esto. Bajo el efecto, saldrán positivos. Intervención rápida. De lo contrario, el alumno sigue su juego y hay un sentimiento de que no pasa nada. El padre de familia deja pasar el asunto hasta que el tema se vuelve muy delicado.

Involucrarse con los alumnos, conocerlos muy bien.

Tratamiento de rehabilitación. En la prepa ya están muy inmersos; el tema de la prevención se debe abordar en secundaria. La edad en que las personas empiezan a probar las drogas es cada vez menor.

Sobre la rehabilitación

El entrevistado indica que depende de la persona; si se quiere rehabilitar, se puede. A los que más dañas es a los que te rodean. Cuando eres adolescente no miras más allá de una cuadra. No ves lo que te puede pasar en años.

Los problemas inmediatos en la escuela son: fallas de concentración, problemas para dormir, para comer, agresividad y síndrome amotivacional.

Hasta aquí la entrevista.

El que esto escribe recomienda a las autoridades, las escuelas y los padres de familia lo siguiente:

A los padres:

Como lo dice el título, además de revisarles las pupilas a sus hijos, generen un vínculo de confianza. Recuerden que los sermones y las amenazas no funcionan. Tuve una plática con un experto en psicología de adolescentes que me indicó que el joven, al recibir un sermón, se transporta rápidamente a otra dimensión. No te escucha.

Considero pertinente hablarles sobre las consecuencias del consumo de drogas. Comiencen a conversar desde el amor y la empatía entre padres e hijos. Y en el caso de que la adicción sea parte del núcleo familiar, pidan ayuda a los profesionales. Primero como familia, para conocer las estrategias a seguir para ganarle al proceso del secuestro cerebral, como lo llaman algunos terapeutas expertos.

A las escuelas:

Dotar de herramientas a los profesores que atienden a los alumnos, para que puedan orientarlos en casos de adicción. Toda escuela debe tener un departamento de apoyo emocional para su matrícula. De no ser así, instalarlo inmediatamente y contar con expertos o capacitar a los que ya están en funciones.

Además, informar a los alumnos de las consecuencias del abuso en el consumo de drogas.

Al gobierno entrante de Puebla, Estado de donde es el testimonio:

Atacar el problema con centros de atención gubernamentales para los ciudadanos de escasos recursos. Vigilar que las escuelas cuenten con el equipo de profesionistas mínimo para atender psicológicamente a los alumnos en una situación emocional complicada.

Y aquí viene el reto:

Realizar una campaña de prevención efectiva y, por efectiva, me refiero a que impacte de manera positiva a los jóvenes, con la narrativa adecuada para lograr un cambio de actitud ante el consumo. Siempre existe un "no quiero, gracias", previo a la antesala del infierno de las adicciones.

El secreto:

En mi humilde opinión, una de las estrategias que podrían usar es la realización de un grupo de enfoque donde pregunten y después evalúen su campaña. Este grupo de enfoque podría apoyarse de adictos activos funcionales, adictos en recuperación, adictos recuperados, terapeutas expertos en adicciones, psicólogos, psiquiatras y médicos.

He preguntado sobre el impacto que tienen las cajetillas de cigarrillos, aquellas imágenes de advertencia y las frases tan potentes como: “fumar te mata”. En conclusión, esa estrategia no funciona.

Los adictos saben que lo que hacen está mal. Pero en el caso de la marihuana, hay una especie de permisividad. Ahora los adolescentes la fuman, pero se ha probado que es la antesala a otras sustancias químicas potentes y destructivas.

El gobierno es responsable de garantizar que estas prácticas de consumo no se hagan en las escuelas. Además, cada consumidor que se vuelva adicto y lo pierda todo, será un ser humano que termine en la cárcel, en el hospital, en el manicomio o muerto. De no atenderse esta problemática, veremos en un futuro no muy lejano más escenas terroríficas de violencia intrafamiliar, homicidios pasionales, robos con desenlaces mortales, personas completamente desquiciadas en las calles.

No es un tema menor. La próxima administración, encabezada por Alejandro Armenta, tendría que hacer una estrategia integral. Aprovechar los talentos del secretario de educación, el maestro Manuel Viveros Narciso, el subsecretario de prevención del delito, Francisco Ramos Montaño, quien se desempeñó en alguna etapa de su vida como director del Instituto Poblano de la Juventud, y el experto en comunicación política, Javier Sánchez Galicia.

Ese equipo podría lograr algo interesante para disminuir de manera drástica el consumo de drogas y sus repercusiones en todos los ámbitos. No sólo dirigida a los estudiantes, sino a los posibles presas de este mal que aqueja a los habitantes del planeta. Una estrategia que, sin duda, salvaría a miles, por no decir cientos de miles, de vidas.

¡Que así sea!

Miguel C. Manjarrez