Ya ni me hablen. Silencié a los números entrantes desconocidos...
El pasado 26 de marzo de 2025 recibimos una llamada en la revista Réplica. Era un ingeniero que dio su nombre y apellido; dijo llamar de la Dirección de Adquisiciones del gobierno de Puebla. La persona que contestó le indicó que, si era de su interés recibir información, podía enviarla a algún correo.
El hombre, con voz pausada y modales exquisitos, insistió en hablar conmigo.
Recibí el recado, lo cual me pareció extraño. ¿Por qué alguien querría hablar solo conmigo para obtener información comercial?
En un ejercicio de modesta investigación, llamé a la Dirección de Adquisiciones del gobierno y pregunté por el individuo. Me dijeron que no había nadie con ese nombre.
Agregué el número a WhatsApp y en la foto de perfil apareció una dama sin rostro, vestida con uniforme de trabajadora del hogar de los años sesenta.
Ahí entendí que se trataba de una broma o algo poco serio. Quizá algún funcionario tenga una foto de perfil así; he visto fotos de un perro, una chancla, una boca…, pensé.
Mi curiosidad natural me impulsó a devolver la llamada, pero no a grabarla. Error. Confieso que nunca imaginé lo que vendría.
El individuo respondió y le comunicó a otra persona mi nombre. Luego, el sujeto se presentó como el director del área de Puebla y comenzó su perorata.
—¿Recibiste la invitación que te pasé a dejar a tu domicilio en tal dirección?
—No —respondí.
—Bueno, como les dije en la reunión del viernes a los otros proveedores, necesito que nos reunamos para indicarles cómo vamos a trabajar en la zona.
—¿Sabes de lo que hablo? —preguntó.
—No —repliqué.
—Mira, te voy a decir… —mencionó el nombre de una organización criminal.
Colgué.
Omito el rollo completo. Haga usted de cuenta que hablaba con una especie de vendedor de seguros con vasta experiencia.
Como era la primera vez que me sucedía algo así, y el país no es precisamente un territorio de armonía y paz, lo primero que se me ocurrió fue llamar a la Comisión de Protección para Periodistas en Puebla. Nada. Nadie contestó.
Llamé a la ubicada en la Ciudad de México. Nadie contestó.
Le escribí a Artículo 19. Ni sus luces.
Le llamé a un subsecretario que conozco muy bien desde hace veinte años. Me ignoró.
Hablé con mi equipo y uno de ellos sugirió llamar al 089. Así lo hice.
La oficial que contestó me orientó y tranquilizó: era algo normal. Que así eran las extorsiones.
Lo extraño es que a mí no me pidieron nada. No me trataron de manera intimidatoria. Solo querían verme.
“¿Ya gobiernan en Puebla?”, cruzó la idea por mi mente. No se lo voy a negar.
Contacté a una periodista que conoce bien las persecuciones políticas. Me atendió de manera cordial y su voz empática me tranquilizó. Me recomendó presentar mi denuncia ante la Fiscalía; así lo hice.
Otro compañero, periodista nacional y ex poblano, me indicó que esas eran las formas de Javier Sánchez Galicia y José Tomé Cabrera.
—Son perversos —me aseguró—. Te tratan de asustar para que te pongas paranoico y le bajes a tus críticas.
—¿Por qué harían eso? —pregunté.
—Tortura psicológica, le dicen.
—No toleran las críticas ni a los comunicadores que no pueden controlar.
—¿Cómo crees? Eso no pasa —dije.
Reímos.
Espero realmente que no haya sido una especie de amenaza gangsteril de nuestro amoroso gobierno. Me provocaría una desilusión terrible. El gobernador Alejandro Armenta, al menos en declaraciones, se dice férreo defensor de la libertad de expresión.
En Réplica ejercemos el periodismo crítico y reflexivo. Sobre todo, libre. Y lo más importante, responsable. Así lo hemos hecho por casi dos décadas y así lo seguiremos haciendo.
Lo que constaté es que, si estás en problemas, no hay una respuesta inmediata. Si te tratan de agredir, entonces quizá te hagan caso. Ya en una transmisión en vivo, con la cara ensangrentada.
Ni modo, es la época que nos tocó vivir.
Aquí otro pasaje en mi vida que considero importante compartir con usted, a fin de que quede constancia. Nada más. No tengo relación alguna con el gobierno, y es un asunto que no me molesta. Solo que, según tengo entendido, están para proteger a los ciudadanos.
Los nombres, teléfonos y datos precisos están contenidos en las denuncias correspondientes.
Es parte del show, como diría mi padre.
Ya ni me hablen. Silencié a los números entrantes desconocidos.
Hasta la próxima.