LA HERENCIA
Después de muchas siglas que aglutinaron a los políticos de antaño, en 1929 se formalizó el primer partido político serio, definido, conformado bajo un esquema futurista y receptor del sentimiento democrático, nacionalista, republicano, liberal y moderno. Plutarco Elías Calles creó el Partido Nacional Revolucionario (PNR), con el propósito de poner orden e institucionalizar la vida política de México. Y al hacerlo frenó la proliferación de organizaciones y grupos políticos nacionales y regionales que funcionaban de acuerdo a la influencia personal de los caudillos revolucionarios.
Antes que Calles planteara en su mensaje al congreso nacional la necesidad de institucionalizar la vida política de México “arrancándola de los caprichos puramente personales para encaminarla por el sentido del orden y la ley”, la nación vivió sumergida en la dispersión política, la violencia, el fraude electoral, la lucha de facciones y las peleas estériles entre los caudillos revolucionarios. Existía todo tipo de organizaciones políticas nacidas unas al calor de la inspiración conservadora o elitista y otras inspiradas en el pensamiento liberal. Pero ninguna buscaba precisamente el ideal social. La mayoría se había constituido con el único deseo de responder a las urgencias políticas del momento.
Es arriesgado afirmar que el acierto callista estuvo inspirado en lo ocurrido en Puebla el 15 de junio de 1878. Sin embargo, la coincidencia nos permite lucubrarlo, ya que Manuel Serdán (padre de Aquiles, Máximo, y Carmen), junto con Alberto Santa Fe, fundaron el Partido Socialista Mexicano, de alguna manera simiente ideológica de la revolución social que inició 32 años después.
Gastón García Cantú escribe en su libro “El pensamiento de la reacción mexicana”, la proclama publicada en el periódico “La Revolución Social”, en la cual aparece la firma del Coronel Santa Fe y el licenciado Serdán. Transcribo algunas de sus líneas para que el lector decida si hubo o no relación en el criterio de las dos fundaciones.
“En menos de 60 años de vida independiente, hemos perdido la mitad del territorio patrio, que en 1848 pasó definitivamente a poder de los norteamericanos: tenemos comprometida gravemente la otra mitad: hemos ensayado como sistemas de gobierno, el imperio y la república federal, el sistema dictatorial y el sistema democrático sin conseguir establecer la paz.
En ninguna nación civilizada el pueblo, las masas, los artesanos, las gentes que trabajan viven en una miseria tan espantosa como viven entre nosotros.
(…)¡Estamos enfermos; estamos muy enfermos pero, al menos que nosotros sepamos, nadie ha dicho: Esta es la causa de la enfermedad ni es el remedio. Pues bien esa es la tarea que nosotros nos hemos impuesto (…) porque nadie puede ocultarse que, si seguimos entregados a la guerra civil, cosa que sucederá infaliblemente si no se destruye el origen de la guerra, que es la miseria del pueblo, dentro de pocos años, México será una colonia norteamericana”.
García Cantú comenta que en la ley del pueblo se percibe la influencia del socialismo utópico, y adjudica a Santa Fe las “deducciones sagaces respecto a la amenaza que representaba para México el crecimiento industrial de los Estados Unidos y su irrefrenable ambición de dominar las Antillas y las antiguas posesiones españoles y, por sobre todo, una protesta con las condiciones de vida de los campesinos y artesanos”. Dice don Gastón que lo más importante es que se advierten no pocas raíces ideológicas de la Revolución Mexicana. Y agrega que no se hizo esperar la represión paro los autores de la citada ley.
El 18 de noviembre de 1910, en Puebla, los hijos de Manuel Serdán hicieron los “primeros disparos de la revolución que demolería” al gobierno de Porfirio Díaz quien tres décadas antes había tenido que combatir la insurrección campesina en Huejotzingo, inspirada, precisamente en la ley del Pueblo.